Si tenemos que hablar de una reina que de pseudo no tenía nada, es de Diana Vreeland.
Anna Wintour, mucho tiempo antes de ser la emperatriz indiscutida de la moda, tenía a quién seguirle los pasos (en stilettos, por supuesto).
Diana Vreeland, nació en Francia y fue una de las editoras de moda más importantes de la historia. Fué directora de Harper’s Bazaar entre 1939 y 1962 y Vogue entre 1963 y 1971.
Fué descubierta de casualidad en una fiesta. Su vestuario híper discreto (hironía pura), captó la atención de Carmel Snow, la directora de Harper’s Bazaar de ese momento. Definitivamente, llamar la atención le dió un puesto como columnista.
Su primer trabajo para Harper’s Bazaar fue «Why don’t you?», una columna que soltaba tips pícaros, divertidos, muy Diana, los cuales todo lo que ella decía, era palabra santa. Su sentido de la estética era tan grande que cada vez tenía más peso dentro de la editorial.
Definitivamente no era una cara bonita, pero lo que sí tenía, era un excelente intuición para cazar talentos… Diana lanzó a la fama a varias personalidades top como las modelos Twiggy y Veruschka, fotógrafos como Richar Avedon y ser la «hada madrina» de el clan Missoni y Manolo Blahnik (Poderosa como ella sola). Además tenía el agrado de codearse con personas como Andy Warhol, a quién después apadrinó (¡Oh! ¡Pero qué nivel!).
Súper exéntrica (por no decir un tanto rara), no solo contaba con una belleza exótica, sino también con delirios de grandeza, si, ostentaba mucho, como toda reina (lo que hace ser directora de una revista…). Sus producciones tenían mucho gasto de dinero. Las malas lenguas cuentan por ahí que, cuando deja Harper’s Bazaar y dirige la editorial de Vogue en lo años 70, fueron sus gusto caros y pretenciosos quienes la sacaron de su puesto (no la dejaban ser en su totalidad…). Claramente, una artista incomprendida… (?)
Dos más de sus creaciones, fueron «Allure», libro en donde explicaba sus inspiraciones; y «D.V», su autobiografía.
Hoy en día, sigue siendo un exponente, casi diríamos, una religión (no, no exageramos).
Resumimos a Diana Vreeland en cuatro palabras según una canción de Lady Gaga: «Fantastique, chic, freak, slay» («fantástica, chic, extraña, matadora»).